Manatí

La excavación

Trabajos de excavación en el Manatí. Foto: Ponciano Ortíz y Camen Rodríguez

En Mayo de 1988, Carmen Rodríguez,  del Instituto Nacional de Antropología e Historia y Ponciano Ortíz, de la Universidad Veracruzana, iniciaron un proyecto de rescate arqueológico en El Manatí, con la finalidad de confirmar y contextualizar el hallazgo de un conjunto de elementos culturales correspondientes a la cultura Olmeca, sobresaliendo bustos antropomorfos labrados en madera, madejas de hule, hachas de piedra  verde y restos cerámicos. Estos objetos fueron localizados al costado oeste del Cerro Manatí, al pie de unos manantiales.

El Cerro Manatí es un domo salino que emerge de la planicie costera Veracruzana y junto con el Cerro del Mije y La Encantada son los únicos que destacan en toda la cuenca baja del Río Coatzacoalcos.

Pelotas de hule y hachas. Foto: Ponciano Ortíz y Camen Rodríguez

    Actualmente sabemos que el sitio fue utilizado como espacio sagrado por varios  siglos y que dicho uso fue variando a través del tiempo. Los datos indican que las primeras ofrendas se remontan al año 1600 antes de Cristo,  y consisten básicamente en hachas labradas en piedras verdes como la jadeita, serpentina y esquistos, que fueron arrojadas al azar, es decir, aún no se observa en esta época un patrón de acomodo como sucederá varios siglos después (entre el 1500 y 1200 a.C.) cuando ya se colocan en conjuntos que varían de amontonamientos simples o bien acomodadas simétricamente, siguiendo ejes Norte Sur o Este Oeste, destacando aquellos conjuntos en forma de pétalos de flor colocadas con el filo hacia arriba.

Pelota de hule y hachas. Foto: Ponciano Ortíz y Camen Rodríguez

Correspondiente a la primera época, se han encontrado también pelotas de hule, sobresaliendo el hallazgo realizado en la última temporada (1996) consistente en un impresionante conjunto de 7 pelotas de varias dimensiones (la mayor es de 31 cms. de diámetro) asociadas a mas de 40 hachas todas de piedras finas y de excelente acabado (ver folder Hachas). Los datos indican que los Olmecas descubrieron el proceso de vulcanización agregando la sabia de una planta llamada Ipomea alba, rica en sulfuro. La presencia de 12 pelotas obviamente es un indicador innegable que el juego ritual de la pelota los iniciaron los Olmecas en fechas muy tempranas, continuando su practica por milenios y perdurando hasta la actualidad.

Igual de relevante ha sido la recuperación de una gran variedad  de semillas destacando: especimenes de coyol redondo (Acrocomia aculeata), anonáceas (Annona spp.), jobo (Spondias mombin), nanche (Byrsonima crassifolia), así como varios tipos de vainas (probablemente leguminosas), posiblemente granos de maíz y fragmentos de copal (Protium copal). Estudios recientes de los residuos del interior de una vasija indicaron la presencia de theobromina sugiriendo entonces la presencia de cacao, lo cual es un dato relevante que sugiere su uso desde el año 1600 a.C.

Tallos de «Acuyo» o «Yerba Santa» (Piper auritum)

Por el año 1200 antes de Cristo (a juzgar por el fechamiento de C-14 de dos esculturas de madera), tiene lugar otro importante evento, ahora mucho mas complejo y de una gran riqueza parafernalia. Se trata del enterramiento masivo de bustos antropomorfos de madera, éstos fueron colocados siguiendo ejes de Norte a Sur en conjuntos de dos, tres o individuales y en variadas posiciones, así como con diferentes elementos asociados, lo cual denota un plan preconcebido (ver la galería sobre bustos en el Manatí)

Bustos de madera, sitio arqueológico Manatí. Fotos: Nisao Ogata
Bustos de madera, sitio arqueológico Manatí. Fotos: Nisao Ogata
Bustos de madera, sitio arqueológico Manatí. Fotos: Nisao Ogata
Bustos de madera, sitio arqueológico Manatí. Fotos: Nisao Ogata

A la mayoría de los bustos se les colocaron arriba y a los lados “bastones” de madera de forma lanceolada y serpentiforme, así como ramos de plantas atados con hilo de dos cabos; sobresalen aquellas que además fueron acompañadas por restos óseos humanos de infantes recién nacidos y quizá nonatos, en su mayoría desmembrados, solo dos fueron primarios colocados en posición fetal, también  bolas o piedras de hematita especular y conjuntos de hachas de piedra verde incluyendo de jadeita, pero de forma y acabado mas burdo, es decir muy diferentes a las de las ofrendas más antiguas.

La relevancia de este impresionante evento sacro es notable no solo por la cantidad de bustos sepultados, sino por la complejidad que se infiere dada la parafernalia asociada. El proyecto ha rescatado 18 piezas completas en contexto y dos fragmentos (cabezas en tierra removida recientemente), que sumadas a las 13 entregadas por los campesinos hacen una cantidad considerable.

Consideramos que estamos ante la presencia de un substratum religioso y cultural que sentó las bases de las culturas posteriores como La Teotihuacana, Maya, Mixteca, etc. e incluso la Azteca. En este bagaje cultural  destaca el culto a los Cerros como montañas sagradas y “axis mundi”, a los manantiales y mantos acuíferos, cuevas como símbolo del inframundo  y en general a la naturaleza y a la agricultura como base del sustento, así como el culto a los ancestros y a los niños deificados y sacrificados asociados al agua y la fertilidad,  a las piedras finas como el  verde jade símbolo del agua, de las siembra- cosechas y de la perpetuidad, el hule y la hematita como símbolo de la sangre y del movimiento. Parece obvio que algunas de las frutas y semillas  debieron jugar igualmente un papel relevante en sus ceremonias. Ofrendas y cultos efectuados para perpetuar la especie y guardar el equilibrio de la humanidad, elementos que fueron ejes conductores y cuya validez simbólica persiste hasta la actualidad.

El culto a los elementos naturales que observamos en El Manatí, que simbolizan la integración entre el hombre con su medio, nos motivó a pensar en la imperiosa necesidad de reintegrar a este espacio ritual y a su zona colindante el paisaje tropical original que enmarcó el desarrollo de esta impresionante y misteriosa cultura, proporcionándole los recursos que le permitieron alcanzar un alto nivel de civilización. De manera comparativa podemos decir que el río Coatzacoalcos con sus vegas de aluvión, humedales y archipiélagos, jugó un papel similar a la de los ríos  Nilo, Tigres y  Eufrates, que permitieron el surgimiento de importantes civilizaciones prístinas.

La falta de una política de conservación y regeneración del trópico a propiciado en  el sur de Veracruz, un intenso deterioro en el medio ambiente. La colonización, el  desarrollo de la ganadería extensiva y la extracción de petróleo han propiciado un proceso de deforestación con graves consecuencias para el ecosistema de pantanos y humedales en la cuenca baja del Río Coatzacoalcos.

 Pensamos que aun estamos a tiempo de iniciar un proyecto de regeneración del ecosistema que fue la cuna de la primera civilización Mesoamericana, de ahi que la Universidad Veracruzana se reincorpore en esta ardua labor, que sabemos será a corto mediano y largo plazo, pero que estamos convencidos representara un legado para las nuevas generaciones de la región.

Carmen Rodríguez

Ponciano Ortíz

Nisao Ogata